El sol estaba en su punto más alto del cielo. Las calles estaban repletas de carros y de gente. Caminando por la acera con la cabeza hacia abajo veía mis pies moverse y no pensaba en nada más, no escuchaba nada más que la voz en mi cabeza que repetía una y otra vez "derecha, izquierda, derecha, izquierda..." y así, para no caerme. No sé por qué subí la mirada pero cuando lo hice me encontré con una reunión de gente en esa esquina antes de llegar a mi destino. Me detuve por curiosidad. Comencé a pararme de puntas, cual bailarina de ballet, pero aún así no veía nada. Me abrí paso entre la gente y me situé detrás de un niño. Dos guitarras, un saxofón, una batería y una trompeta. Cinco jóvenes se preparaban para tocar. Luego de un rato la música empezó. Era algo un poco burlesque, un poco parisino, un poco conocido. Entonces mis ojos empezaron a jugar con la multitud, con los que iban, con los que venían; con los que reían, con los que cerraban los ojos, con los que baila...