Magia

El sol estaba en su punto más alto del cielo. Las calles estaban repletas de carros y de gente. Caminando por la acera con la cabeza hacia abajo veía mis pies moverse y no pensaba en nada más, no escuchaba nada más que la voz en mi cabeza que repetía una y otra vez "derecha, izquierda, derecha, izquierda..." y así, para no caerme. 

No sé por qué subí la mirada pero cuando lo hice me encontré con una reunión de gente en esa esquina antes de llegar a mi destino. Me detuve por curiosidad. Comencé a pararme de puntas, cual bailarina de ballet, pero aún así no veía nada. Me abrí paso entre la gente y me situé detrás de un niño. Dos guitarras, un saxofón, una batería y una trompeta. Cinco jóvenes se preparaban para tocar. Luego de un rato la música empezó. Era algo un poco burlesque, un poco parisino, un poco conocido.


Entonces mis ojos empezaron a jugar con la multitud, con los que iban, con los que venían; con los que reían, con los que cerraban los ojos, con los que bailan; todos perdidos en sus mundos escuchando la música y sintiéndola.  Allí apareció él. Sus ojos se encontraron con los míos. Nunca había sostenido por tanto tiempo una mirada tan intensa, así que creo me sonrojé un poco. Decidí dejarle ir, debía concentrarme en otra cosa, además los extraños casi no son buenos, son interesantes pero nunca buenos. 


De nuevo me encontré observando a las jóvenes gitanas que danzaban al ritmo de la música, era muy divertido. Mi cuerpo se unió a la danza pero lo detuve rápidamente para que nadie se diera cuenta y me invitaran a pasar al frente. Seguí el ritmo con las manos y cerré los ojos por un momento. La música me hipnotizaba, era maravilloso.

De la nada, sentí la necesidad de abrirlos. Ese “por un momento” se había alargado más de lo deseado y no era seguro perderme en mis pensamientos entre aquella multitud. Cuando volvió la luz y logré enfocar la multitud, vi aquellos ojos clavados en mí. Me asusté un poco y por lo visto se me notó porque se le salió una pequeña risa, algo leve no muy fuerte. Decidí devolverle la sonrisa torpemente, así como quien no quiere la cosa y bajé la mirada

Me sentía apenada, fuera de mi zona de comodidad. Era algo raro que alguien me mirara fijamente. Normalmente yo soy la que menos resalta en una multitud. Soy una joven torpe e inquieta que se viste por vestirse y que no le gusta el sol. Miro mis zapatos cuando camino y me muerdo las uñas cuando estoy ansiosa. Pero él se me quedó mirando. Él no quitaba sus ojos. 


Tal vez estaba despeinada o tenía el vestido mal puesto y le causaba gracia, mas ninguna de las dos razones estaban presentes. Estaba muy bien peinada, gracias a mi madre, y el vestido estaba perfectamente arreglado. La cosa es que su mirada me hacia sentir bonita, mirada, que no era una más del montón. Era como si este extraño me alagara con sólo verme. Sí, todo esto con un sola mirada, una mirada intensa y verdadera. 


Luego de que la multitud se esparciera, me quedé parada pensando en esa mirada y en cómo me había transformado el día... Ahí fue cuando tomé una sabia decisión. Dedicaría algunas miradas a los extraños, necesitaba hacerlos sentir lo que ese joven me hizo sentir. Algunos lo tomarían de mala manera, pero otros, los de alma libre y un poco poética, entenderíanDescubriría la magia de sus ojos, quitaría el polvo de esa ventana para que el sol pudiese entrar y calentar lo que había adentro.

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